Este es uno de los personajes favoritos del creador de ‘Naruto’, pero es también uno de los que más dolores de cabeza le generó
Santiago Díaz Benavides
Si la vida hubiese querido otro destino para mí y me hubiese dado la opción de escoger, seguramente sería mangaka o futbolista, pero ni dibujo bien ni coordino tres pases, así que mejor me quedo escribiendo sobre libros y películas.

Su aparición fue relativamente breve, pero dejó una marca inolvidable en la historia del anime. Su carisma, su fuerza y su estilo único lo convirtieron en un personaje amado… y temido por su propio autor.

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Cuando Masashi Kishimoto creó a Killer Bee, probablemente no imaginó que ese peculiar ninja de la Aldea Oculta de las Nubes se convertiría no solo en uno de los más poderosos del universo de Naruto, sino también en uno de los que más trabajo le daría a nivel creativo. Bee, con su explosiva personalidad, sus ataques inspirados en la lucha libre y su costumbre de hablar rimando como si fuera un rapero profesional, resultó ser una jugada arriesgada… pero inolvidable.

Killer Bee no fue un personaje que apareciera desde el inicio del anime. Llegó cuando la historia ya estaba en su punto más álgido, y lo hizo con una energía que desbordaba cada escena. Era fuerte, sí, pero también impredecible. Como jinchūriki del Ocho Colas (Gyūki), era uno de los pocos que lograba convivir en perfecta armonía con su Bestia con Cola, lo que lo volvía extremadamente peligroso en combate. Y aun así, era su habilidad para rapear —aunque se le diera fatal, según el propio Kishimoto— lo que más dolores de cabeza causaba en el proceso creativo.

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En una entrevista concedida en 2012 a Viz Media, el creador del manga confesó que Killer Bee era uno de sus personajes favoritos, pero también uno de los más difíciles de escribir: “Escribir los diálogos de Killer Bee es complicado, porque siempre rima. Pero esa es la personalidad que le di... Incluso aunque sea difícil, siempre trataré de desafiarme a mí mismo y hacerle un personaje con sustancia”. La decisión de que hablara en rimas no fue gratuita: era parte integral de su identidad, un recurso que funcionaba como ritmo de combate y herramienta para despistar enemigos.

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Killer Bee nació también como una especie de homenaje encubierto. El editor de Kishimoto era fanático del pro-wrestling, y Bee terminó siendo un ninja que combate como luchador libre. Técnicas como el Lariat en conjunto con el Raikage (su hermano) o su extravagante estilo de combate con siete espadas repartidas por todo su cuerpo (sí, incluso en las axilas) lo convirtieron en un espectáculo visual y narrativo. Su lucha contra Sasuke es recordada como uno de los momentos más impactantes de la saga.

Pero más allá de lo estético o lo cómico, Killer Bee jugó un rol fundamental en el desarrollo de Naruto. Fue él quien ayudó al protagonista a controlar al Nueve Colas, un momento clave que marcó la evolución definitiva del héroe. También peleó codo a codo con Naruto durante la Cuarta Gran Guerra Ninja, siendo uno de los pocos personajes capaces de rivalizar con los grandes villanos como Obito y Madara.

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La lección más importante que dejó Killer Bee no tiene que ver solo con su fuerza, sino con su humanidad. Fue de los primeros en demostrar que un jinchūriki no tenía por qué estar condenado a vivir en conflicto con su Bestia con Cola. La relación de respeto y amistad que mantenía con Gyūki sirvió de inspiración para que Naruto lograra conectar con Kurama, y esa conexión fue clave para salvar el mundo shinobi.

Killer Bee es, sin duda, uno de esos personajes que podrían haber pasado desapercibidos por sus excentricidades, pero que terminaron brillando por su profundidad. Un favorito del autor, un desafío narrativo constante, y una figura inolvidable para los fans. Porque a veces, el dolor de cabeza más grande del escritor es también su creación más brillante.

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