Interpreta el papel más repugnante en 'Estado eléctrico', pero hace 27 años era una de las mayores estrellas de comedia de todos los tiempos
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

Su presencia en el cine de ciencia ficción ha sorprendido a muchos. Y no precisamente por un personaje entrañable, sino por el villano más despreciable de la historia reciente de Netflix.

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Jason Alexander se ha ganado, con justicia, el rechazo del público en Estado eléctrico, la nueva superproducción de los hermanos Russo para Netflix. En esta distopía futurista protagonizada por Millie Bobby Brown, Alexander se transforma en Ted Finister, un tutor legal sin escrúpulos que mantiene a su sobrina virtualmente secuestrada con una tobillera electrónica y la manipula para beneficiarse económicamente. Pero detrás de ese personaje despreciable se esconde un rostro inolvidable para millones de espectadores: el del icónico George Costanza de Seinfeld.

Durante los años 90, Alexander fue una de las figuras más reconocidas de la comedia televisiva. Como parte del cuarteto protagonista de Seinfeld, encarnó a un neurótico, ingenioso y entrañablemente patético George durante nueve temporadas. Su interpretación le valió múltiples nominaciones a los Emmy y los Globos de Oro, además de un lugar asegurado en la historia de la televisión. El final de Seinfeld, visto por más de 76 millones de personas solo en Estados Unidos, marcó un hito cultural que sigue siendo celebrado hasta hoy.

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En contraste, el personaje de Finister en Estado eléctrico está a años luz de aquel George que evitaba el trabajo duro con excusas absurdas. Finister es un adulto ruin y manipulador que desprecia a la joven Michelle (Millie Bobby Brown), ignora sus necesidades emocionales y la explota sin el menor remordimiento. Su presencia resulta incómoda desde su primera aparición, y no es casual que sea precisamente él quien provoque una de las escenas más liberadoras del filme cuando la protagonista logra enfrentarlo con un taser.

La elección de Alexander para interpretar a este antagonista sugiere una jugada astuta de los hermanos Russo: tomar a una figura familiar y convertirla en el reflejo de lo peor del sistema que retrata la película. Un rostro que muchos asocian con la risa y la nostalgia se convierte aquí en símbolo del abandono, el egoísmo y la deshumanización.

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Pese a que en las últimas décadas su carrera ha transcurrido más discretamente, con apariciones en Friends, Todo el mundo odia a Chris y varios proyectos de doblaje, Estado eléctrico representa su primer gran papel en una producción original de Netflix. Y aunque no se trate de un personaje amable ni memorable en el sentido tradicional, sin duda deja huella.

Porque a veces, para ser el villano perfecto, hay que haber sido antes una leyenda de la comedia.

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