
En 1965, Sergio Leone lanzó Por unos dólares más, la segunda entrega de su trilogía del dólar, consolidando su estilo y catapultando el western spaghetti al reconocimiento mundial. La película, protagonizada por Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Gian Maria Volonté, no solo marcó un hito en el género, sino que su escena inicial quedó grabada en la memoria del público y la crítica como un momento revolucionario en la cinematografía.
La secuencia de apertura de Por unos dólares más es un prodigio de tensión, humor y economía narrativa. Un jinete cruza el desierto en un silencio absoluto, interrumpido solo por un relajado silbido fuera de cuadro. La imagen se prolonga, generando expectación. De repente, el chasquido de un rifle Winchester rompe el ambiente. El jinete cae, su caballo huye, y la pantalla se llena con los créditos iniciales, cada nombre despedazado por el sonido de disparos acompañados de la hipnótica música de Ennio Morricone. Sin necesidad de diálogos, Leone establece la brutalidad de su universo y el tono implacable de la historia.

El responsable del silbido no es otro que el propio Sergio Leone, un guiño que demuestra el control absoluto del director sobre cada aspecto de su obra. Esta introducción es un claro ejemplo del sello visual y narrativo que definiría su filmografía: composiciones meticulosas, silencios cargados de tensión y una violencia estilizada que reconfiguró el western clásico.

El impacto de esta escena fue inmediato. La audiencia quedó atrapada desde el primer segundo y, con el paso de las décadas, su influencia ha trascendido generaciones. Directores como Quentin Tarantino, Robert Rodríguez y los hermanos Coen han reconocido su deuda con Leone, replicando su uso de la música, el montaje y la construcción de personajes a través de la acción en lugar de los diálogos.
Hoy, a 60 años de su estreno, la secuencia de apertura de Por unos dólares más sigue siendo estudiada en escuelas de cine y homenajeada en la cultura popular. Su innovación no solo redefinió el western, sino que demostró que un solo minuto de cine bien ejecutado puede cambiar para siempre la historia del séptimo arte.