
Desde su llegada a Netflix el pasado 3 de febrero, Bogotá: City of the Lost se ha ubicado entre las películas más vistas por los colombianos en la plataforma de streaming, llamando la atención de una audiencia que se ha visto atraída por las producciones surcoreanas en el último tiempo. Filmada entre Colombia y Corea, la cinta dirigida por Kim Seong-je intenta retratar los convulsos años 90 en la capital colombiana, apoyándose en una trama que se propone ser envolvente, pero termina quedándose corta en su ejecución.
La producción nos lleva a finales del siglo pasado, cuando Guk-hee, un joven de 19 años, huye de Corea del Sur junto a su familia y arriban a Bogotá, dejando atrás la crisis financiera de 1997. Su entrada al país supone un verdadero reto, no solo idiomático y cultural, pues su ilusión de lograr una mejor vida también los lleva a abandonarse a sí mismos en nombre de la ilusión del progreso.

En el camino, Guk-hee conoce al sargento Park, el líder de la Asociación Coreana en Colombia, quien lo convierte en su mano derecha, a cargo de una red de operaciones de contrabando entre Corea y Colombia. Para sobrevivir, nuestro protagonista deberá aprender del oficio y entender que en este destino latinoamericano las cosas se llevan a otro nivel, pues para salir adelante deberá tener siempre presente la ley del más fuerte.

Presentada como un thriller criminal, Bogotá: City of the Lost consigue ser efectista con su trama. Sin embargo, las actuaciones del elenco, salvo un par, no son lo suficientemente notables y la ambientación, pese a lograr su propósito, peca al abusar de los lugares comunes.
En esta película, Bogotá es presentada como un paraíso exótico al estilo de la Bangkok cinematográfica. Asistimos, pues, a un espacio en el que el crimen se vive a diario, pero que también promete la gran vida, en medio de climas tropicales. Los personajes asisten a discotecas amplias en casas de dos plantas, usan camisetas que normalmente uno se pondría en Cartagena o Santa Marta, llevan bermudas y pantalones ligeros. Rara vez usan chaquetas o abrigos, y cuando deciden ampliar el negocio vendiendo ropa para el invierno, lo primero en lo que piensan es si la gente la usará. ¿Cuál fue la ciudad que visitó el equipo de filmación? Si bien el equipo detrás de esta producción consiguió filmar en calles reales de Bogotá, antes de la pandemia por el COVID-19, pareciera que no asimilaron correctamente el clima real de la capital colombiana.

Otro de los aspectos en los que la película falla es su exagerada visión de la realidad colombiana a finales de los años 90. Si bien se trató de una época de alta criminalidad en el país, Bogotá no era tierra de nadie. La representación que vemos en la pantalla parece más de Medellín o Cartagena, y si bien el contrabando era algo real, no está del todo aterrizado en tanto a fenómeno social.
Claro está que la película no intenta hacer un retrato fiel de lo que sucedía en aquella época, pero al menos el guion pudo haberse alejado de los clichés habituales. Si la historia era la de un inmigrante extranjero que consigue ascender como contrabandista en Colombia, seguramente había más de una forma para contarla y, por lo visto, esta no fue la mejor.

Más allá de una que otra pincelada, la dirección deja mucho qué desear. Si no fuera por su protagonista, encarnado con buen tino por Song Joong-ki, la película sería impasable. Casi dos horas de conflictos entre matones y corruptos, con la promesa de que todo saldrá tan mal como al inicio.
En última instancia, Bogotá: City of the Lost consigue ser una película de momento. La verás una vez y ya está, pues no invita a nada distinto. Dará de qué hablar el tiempo que la gente quiera seguir hablando de ella y luego quedará como una anécdota. Efectista, dramática sin ser exagerada, y poco emocionante. Eso sí, nos deja claro que en Colombia se pueden hacer producciones con alcance internacional con fondos locales. ¿Será esta la vía para que comencemos a valorar y apoyar más nuestro cine?