Orson Welles llegó a Hollywood sin experiencia previa en la industria cinematográfica. Sin embargo, los ejecutivos de RKO le concedieron una libertad sin precedentes para dirigir su primera película, 'Ciudadano Kane', que posteriormente se convertiría en una de las obras más influyentes en la historia del cine.
Para prepararse, Welles recurrió a un inesperado maestro: John Ford. En particular, Welles quedó fascinado con 'La diligencia' (1939), el icónico western que no solo catapultó a John Wayne al estrellato, sino que elevó al género a nuevas alturas artísticas. Según su biógrafo Simon Callow, Welles proyectó la película hasta 40 veces, examinando cada detalle junto a distintos técnicos y jefes de departamento del estudio. El director hacía preguntas sobre cada escena, buscando desentrañar la magia detrás de las decisiones de Ford.
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'La diligencia' revolucionó la forma en que se veían los westerns. Aunque su historia parecía simple —un grupo de personajes variopintos viajando por territorio Apache—, Ford dotó a sus personajes de profundidad y humanidad, alejándolos de los estereotipos de la ficción barata. La película no solo mostró la inmensidad de la naturaleza frente a la pequeñez del hombre, con los majestuosos paisajes de Monument Valley como telón de fondo, sino que también sirvió como la plataforma perfecta para que John Wayne brillara como nunca antes.
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Welles quedó particularmente impactado por la capacidad de Ford para equilibrar lo técnico con lo emocional, algo que llevó a su propia obra. Si bien 'Ciudadano Kane' y 'La diligencia' parecen opuestas, el aprendizaje que Welles extrajo fue claro: la importancia de imprimir la personalidad del director en cada fotograma, a pesar de las imposiciones del sistema de estudios de Hollywood.
Gracias a 'La diligencia', Welles comprendió que el verdadero arte del cine no radica solo en la técnica, sino en la capacidad de cada director para hacer suya la obra, dejando una huella personal y única.