La conmovedora historia de cómo Robin Williams ayudó a sonreír a Christopher Reeve (Superman) después de su fatídico accidente
Santiago Díaz Benavides
Lector adicto, miope curioso y cinéfilo. Una vez tuve una columna de cine que nadie leyó. Todos dicen que me parezco a El Profesor.

Robin Williams y Christopher Reeve compartieron más que éxitos en Hollywood: forjaron una amistad profunda que trascendió la pantalla.

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En 1995, el mundo quedó atónito al enterarse de la trágica noticia de que Christopher Reeve, el icónico actor que interpretó a Superman, había sufrido un accidente al caer de un caballo, dejándolo paralizado del cuello hacia abajo. En ese momento, para muchos, Reeve se convirtió en un símbolo de lucha y resiliencia, pero lo que no todos sabían era que detrás de esa imagen pública, Reeve enfrentaba una batalla emocional devastadora. Es en este contexto donde entra en escena Robin Williams, su entrañable amigo desde los tiempos universitarios, para cumplir una promesa de años: estar presente en los momentos de necesidad.

La amistad entre ambos actores comenzó en 1972, cuando ingresaron juntos a la prestigiosa Julliard School en Nueva York. Ninguno provenía de familias adineradas, pero ambos lograron ser admitidos gracias a la beca John Houseman, la cual les permitió estudiar en la institución. Durante esos años, no solo compartieron habitación, sino también risas, confidencias y una promesa de amistad inquebrantable. Ambos se apoyaron mutuamente mientras daban sus primeros pasos en el mundo del espectáculo, desconociendo que, años más tarde, serían dos de los actores más queridos de Hollywood.

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Williams, quien más tarde sería reconocido por su talento para hacer reír y conmover a millones a través de la pantalla, y Reeve, quien alcanzó la fama como Superman, siguieron en contacto a lo largo de los años, incluso cuando sus carreras los llevaron por caminos diferentes. Tan cercana era su amistad, que Zachary, el hijo de Williams, tenía a Reeve como su padrino. Este vínculo era más que una simple amistad entre colegas; se trataba de una hermandad forjada en los momentos más vulnerables de sus vidas.

El 27 de mayo de 1995, la vida de Reeve cambió para siempre tras su accidente. Atrapado en un cuerpo que ya no respondía, su futuro parecía sombrío, y su ánimo se desplomó. Fue entonces cuando Robin Williams apareció de una manera que solo él podría haberlo hecho. Sin previo aviso, entró a la habitación del hospital disfrazado de un excéntrico proctólogo ruso, el "Dr. Brenvich". En un alarde de humor y amor, Williams logró algo que nadie había conseguido desde el accidente: hacer que su amigo sonriera.

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Esa pequeña risa, nacida de la profunda amistad y del sentido del humor característico de Williams, marcó el comienzo de la recuperación emocional de Reeve. La relación entre ambos no solo se basaba en la levedad de las bromas, sino en un apoyo incondicional. Además de visitarlo y brindarle su compañía, Williams asumió un rol más allá del afecto: ayudó a cubrir los gastos médicos que el seguro de Reeve no cubría, y también organizó una recaudación de fondos para la Asociación Americana para la Parálisis.

Este acto de bondad de Williams hacia Reeve no fue algo ocasional. La empatía que siempre caracterizó a Robin fue una constante en su vida. Cuando Christopher Reeve falleció en 2004, Williams se mostró profundamente afectado, describiendo la pérdida como si hubiera perdido a un hermano. La historia de estos dos amigos es un recordatorio de que, a veces, los héroes no llevan capas, sino que son aquellos que, a través del amor y la risa, ayudan a los demás a levantarse en los momentos más oscuros.

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El legado de esta amistad perdura como una prueba de que, más allá de los reflectores y los aplausos, lo que verdaderamente importa son los lazos que forjamos con aquellos que nos rodean. Williams no solo fue el payaso que hizo reír a millones, sino el amigo que apareció cuando más se le necesitaba, demostrando que su verdadera superpotencia era su capacidad para amar sin reservas.

Su acto hacia Reeve nos recuerda que, incluso en las situaciones más adversas, una sonrisa puede marcar la diferencia, y que la amistad, en su forma más pura, puede ser la fuerza más poderosa de todas.

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