Antes de ser las estrellas que hoy conocemos, Brad Pitt y Jason Priestley vivieron una etapa de lucha, incertidumbre y sacrificios mientras soñaban con triunfar en Hollywood. En la década de 1980, ambos actores eran jóvenes y desconocidos, con el deseo de hacerse un nombre en una industria despiadada y competitiva.
Pitt, oriundo de Muskogee, Oklahoma, llegó a Los Ángeles con la ambición de conquistar la pantalla grande. Hoy en día, es una de las figuras más emblemáticas del cine, con títulos icónicos como 'El club de la pelea', 'Troya' y 'Había una vez... en Hollywood'. Sin embargo, en aquellos años, su realidad era muy distinta. Vivía en un modesto apartamento en el edificio Klump Regency en North Hollywood, un lugar que compartía con otro joven actor que también buscaba su gran oportunidad: Jason Priestley.
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Sobreviviendo con lo mínimo
La vida de ambos en ese momento se caracterizaba por la escasez y la austeridad. En sus memorias de 2014, Priestley recordó aquellos días con una mezcla de nostalgia y humor, describiendo cómo sobrevivían con un presupuesto ajustado: "Vivíamos de fideos Ramen, pasta y cerveza barata, del tipo que venía en latas blancas con la etiqueta 'cerveza', y cigarrillos Marlboro Light… Estábamos en la ruina". Para jóvenes actores sin contratos estables, cada centavo contaba, y su dieta reflejaba la precariedad económica en la que se encontraban.
A pesar de las dificultades, Pitt y Priestley encontraron maneras de sobrellevar la situación, desarrollando una amistad basada en la camaradería y una saludable competencia. Ambos actores buscaban los mismos papeles, lo que a veces los colocaba en situaciones de rivalidad directa. Sin embargo, lejos de dejar que la competencia arruinara su relación, la transformaron en un juego.
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Uno de los ejemplos más curiosos de esta rivalidad amistosa fue la competencia que ambos organizaron para ver quién podía pasar más tiempo sin ducharse ni afeitarse. Según Priestley, Pitt siempre ganaba, aunque la necesidad de presentarse en audiciones solía interrumpir estas "rachas". Este tipo de desafíos reflejaba no solo el sentido del humor que compartían, sino también la difícil realidad de su vida diaria.
Un camino que se bifurca
A mediados de 1988, Pitt se mudó a un nuevo departamento en West Hollywood, invitando a Priestley a acompañarlo. Sin embargo, el destino tenía planes distintos para ellos. La huelga del Sindicato de Escritores dejó a muchos actores sin trabajo, y Priestley decidió mudarse temporalmente a Vancouver. Esta decisión marcó el comienzo de la separación de sus caminos. Mientras Pitt empezaba a ganar notoriedad con papeles cada vez más importantes, Priestley consiguió el papel de Brandon Walsh en 'Beverly Hills, 90210', la serie que lo catapultaría a la fama.
Con el tiempo, tanto Pitt como Priestley lograron alcanzar el éxito, pero a un alto costo personal. Como recordó Priestley, la fama repentina y las exigencias de sus carreras terminaron por separar al grupo de amigos que alguna vez habían sido. "El hecho de que los dos nos fuéramos y nos volviéramos extrañamente famosos: teníamos un buen grupo de amigos y, de repente, todos nos disipamos, y fue triste", comentó el actor, reflexionando sobre lo que se perdió en el camino hacia la cima.
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Hoy, Brad Pitt y Jason Priestley son nombres establecidos en la industria del entretenimiento, pero sus historias de lucha y sacrificio son un recordatorio de que el camino al éxito en Hollywood rara vez es fácil. Detrás de la fama y el glamour, hay una historia de perseverancia y amistad que define los primeros años de dos de las estrellas más reconocidas de su generación.