Contra todo pronóstico, 'Weites Land' (Horizontes de grandeza) de William Wyler, se erigió como uno de los mejores westerns de la historia. Esta cinta de 1958, que narra el enfrentamiento entre el pacifista Capitán James McKay, interpretado por Gregory Peck, y las rígidas leyes del Lejano Oeste, fue aclamada en su momento, siendo nombrada entre las 500 mejores películas de todos los tiempos por la revista Empire.
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A su llegada a Texas para casarse con Patricia Terrill (Carroll Baker), McKay se ve envuelto en una feroz disputa entre el padre de su prometida, el ranchero Mayor Henry Terrill (Charles Bickford), y el ganadero Rufus Hannassy (Burl Ives). La búsqueda de una solución pacífica coloca a McKay en una peligrosa encrucijada.
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Lo que no se ve en la pantalla es el infierno que fue su producción. Las leyendas del cine no siempre son fáciles de trabajar, y William Wyler ciertamente lo demostró. Reconocido por su perfeccionismo, Wyler demandaba innumerables repeticiones de escenas sin dar explicaciones claras a los actores sobre qué necesitaba mejorar. Esta presión afectó notablemente a estrellas como Carroll Baker y Jean Simmons, quienes años después aún recordaban las dificultades del rodaje.
Además de la tensión en el set, la amistad entre Wyler y Gregory Peck se quebró durante la filmación, llevándolos a no hablarse por tres años. Charles Bickford también tuvo sus enfrentamientos con el director, quien, en un giro inesperado, abandonó el set antes de finalizar las grabaciones para comenzar su siguiente proyecto, 'Ben-Hur', en Roma. Las escenas restantes fueron filmadas por su asistente, Robert Swink, quien recibió grandes elogios por su trabajo.
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A pesar del desorden, la película fue un éxito rotundo. Ni las constantes reescrituras de guion, ni las disputas, ni la ausencia del director pudieron mermar la calidad final de 'Weites Land'. La cinta es el claro ejemplo del poder del cine y de cómo, a veces, el caos puede dar lugar a la creación de una obra maestra.