
Todo el argumento de Succession se sustenta en la premisa dramática de matar al padre. Es decir, en el conflicto que surge entre la necesidad de aprobación de los hijos y los celos paternos al ver su poder amenazado. Este relato no es nuevo, y así como Saturno devoró a sus hijos, Logan Roy destruyo a los suyos emocionalmente. Esa tensión expresada como la tragedia del poder es lo que nos ha mantenido pegados a la serie a lo largo de cuatro temporadas.
Creo que nadie se lo esperaba, quizá nos imaginábamos la muerte de Logan desposeído de poder y pagando las consecuencias de sus actos. Pero no fue así, y quizá lo emocionante sea eso. La muerte es repentina y deja siempre una conversación abierta, en este caso la pelea de los jóvenes Roy con su padre por las decisiones que tomó al vender la compañía. No sabemos que vaya a pasar, ya que el conflicto central desapareció con Logan; no obstante, el daño está hecho.
Con la desaparición de Dios - Logan Roy en este caso - seguramente el conflicto seguirá entre sus hijos. Ahora, entramos en la tragedia de Caín y Abel y estoy seguro de que no quedará títere sin cabeza. Sobre todo porque se aplicará el famoso dicho de "A Rey muerto, Rey puesto" y ese lugar resulta tentador.
La lucha ya no será por el poder mismo, sino por el poder que representa el amor del padre. Y, como en toda buena tragedia de Shakespeare, nadie saldrá bien librado. Ahora bien, hablemos del capítulo en sí. Para empezar pocas veces vemos el cadáver de Logan, asistimos eso sí al duelo descarnado de sus hijos. Cámara mano, la acción se sustenta en interminables planos secuencia dignos de una película de acción.