La cuestión de la creación con inteligencias artificiales se ha centrado en el problema del productor/autor. Es decir, en el supuesto desplazamiento de la función creadora que ha pertenecido históricamente a los seres humanos. Dicha relación, que sustentó todo el aparato ideológico del arte occidental, se basó en “la unicidad” como economía de la escasez definida a partir la noción del genio. Y, mientras la práctica artística resolvió estos asuntos a lo largo del siglo XX, la noción generalizada se mantuvo adscrita a la idea romántica que solo unos pocos podían reproducir la realidad de forma fiel.
Esto hace que las discusiones sobre el papel de estas herramientas se concentren en la idea de la sustitución que pone en riesgo el lugar de los seres humanos en el dominio creativo. No obstante, estas miradas reducen el fenómeno y no contemplan que la creación está implícita, también, en la comunicación con la máquina.
En el caso de la industria del entretenimiento, sustentada en una gigantesca máquina de capital creativo, dicha preocupación ha ocupado la conversación en los últimos meses. Poco a poco se ha ido decantando las ideas fatalistas y se empiezan a ver los primeros pasos en la implementación de la AI en la ejecución de los trabajos.
Markus Winkler
Recientemente, el Gremio de escritores de América (WGA) que es una organización que representa a los guionistas de la industria cinematográfica en Estados Unidos, ha aprobado el uso de inteligencias artificiales generativas como herramientas para crear guiones de películas. Este cambio en la forma de creación de guiones podría tener un gran impacto en la producción de contenidos para las películas de Hollywood, llegando a las salas de cine de todo el mundo.
Además, el gremio ha establecido una condición básica para asegurarse de que el uso de estas inteligencias artificiales no perjudique a los escritores. Esto incluye la obligación de que los guionistas reciban el 100% de las ganancias y trabajo generados por la redacción, y que las productoras no se vean obligadas a repartir las ganancias entre los escritores y la compañía creadora de la inteligencia artificial utilizada.
No creo que esto suponga un cambio sustancial en las historias que se hacen, al final y como dije al principio, todo se trata, o por lo menos por ahora, de protocolos de comunicación - prompts - que guían la inteligencia artificial a cumplir lo que queremos.