
La primera entrega, disponible en Prime Video, logró que la audiencia sintiera el miedo visceral a las alturas de una forma jamás vista. El éxito fue tal que hasta Stephen King manifestó su terror y su deseo de haber sido él quien escribiera el guión.
La cinta narra la tragedia de dos amigas que deciden escalar una torre de comunicaciones como forma de superación del duelo de una de ellas. Sin embargo, una vez conquistada la cima, todo empieza a salir mal. La película es una historia que, con pocos recursos narrativos, logra desarrollar una trama de acción y terror sin comparación.
Y es que no hay nada más terrorífico que los peligros reales. Es por eso que el cine de desastres ha adquirido gran popularidad en los últimos años.
En la década de 1970, las películas de desastres se convirtieron en un género en sí mismas, con cintas como The Poseidon Adventure y Airport. La fantasía autocumplida que escenifica el peligro al que estamos expuestos en nuestro día a día, juega con la ansiedad que produce la preservación misma y de allí su popularidad.
Dichas cintas a menudo son criticadas por explotar la tragedia misma y tienen razón. Los hechos no son presentados bajo trucos retóricos sino desde la crudeza misma. La verdad es que el cine le apuesta al juego noticioso que tanto moviliza las emociones de las personas.

Fall es una película que explora ese miedo visceral desde lo visual. Y creo que su mérito está en desmontar cualquier pretensión narrativa y apelar a lo más básico, sin dejar de lado el rasgo trágico del duelo y la muerte.
Vale la pena repetirla mientras llega su segunda parte, que ojalá sea tan buena como la primera. Eso sí, si alguien sufre de vértigo, es mejor que no se someta a ella.