Una broma en la popular película animada generó tal controversia que las autoridades decidieron retirarla de las salas de cine.
La saga de Shrek se ha ganado un lugar especial en la cultura pop gracias a su irreverente humor y sus inteligentes referencias culturales. Sin embargo, no todas sus bromas han sido bien recibidas alrededor del mundo. De hecho, en un país, Shrek 2 enfrentó una censura inesperada que obligó a modificar una de sus escenas más icónicas.
Estrenada en 2004, la segunda cinta de Shrek se posicionó rápidamente como un éxito de taquilla global, conquistando a audiencias de todas las edades. Pero mientras en la mayoría de los países las carcajadas no cesaban, en Israel el humor del ogro verde desató una tormenta legal. La controversia no se originó por su historia, sino por un detalle específico del doblaje local que provocó indignación.

El problema surgió cuando una broma que involucraba a un famoso cantante local, David Daor, fue considerada ofensiva por las autoridades y parte de la comunidad. La referencia, "Hagamosle un David Daor", aparentemente inofensiva en otros contextos, tomó un giro inesperado al aludir de manera indirecta a un tema culturalmente sensible. El impacto fue tal que una corte dictaminó la prohibición de la película en todas las salas de cine del país, al menos hasta que la escena fuera eliminada.
La situación escaló cuando el propio cantante afectado declaró sentirse humillado. “La película me presenta como un eunuco, un hombre sin testículos, y me convierte en el hazmerreír”, afirmó en su momento. Sus declaraciones no solo reforzaron la decisión judicial, sino que también abrieron un debate sobre los límites del humor en las adaptaciones cinematográficas.
Finalmente, DreamWorks, el estudio detrás de Shrek 2, no tuvo más opción que modificar el doblaje y reemplazar la broma original por un diálogo menos polémico. Tras el cambio, la película pudo regresar a los cines, aunque la versión censurada se perdió para siempre.
Esta anécdota es un recordatorio de cómo una simple línea de diálogo puede convertirse en un detonante cultural y, al mismo tiempo, evidencia las complejidades de adaptar el humor a diferentes audiencias. A veces, lo que en un país es una simple broma, en otro puede ser motivo de censura total.